domingo, 4 de octubre de 2015

El zapatero de silla y el aprendiz. Embrión de nuestra industria.

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Alejandro Pérez trabajando en su obra de "el zapatero y el aprendiz". Año 1997
Hubo un tiempo en que nuestros antiguos talleres artesanos eran lo más parecido a una pequeña reunión familiar. Allí sentados frente a frente estaban el zapatero y el aprendiz. Dos personajes inmortalizados por los artistas que han plasmado esa vieja estampa en sus lienzos. Una escena que también esculpió el eldense Alejandro Pérez Verdú y que se colocó para ser recordada en uno de los rincones de la plaza del zapatero.
El zapatero de silla era el artista que convertiría ese conjunto de piezas que forman las partes del calzado en un zapato de perfecta realización y primorosa belleza una vez acabado. El aprendiz, siempre atento, auxiliaría al zapatero en los trabajos para que la faena del maestro fuese más rápida y eficaz; al mismo tiempo, iría conociendo las técnicas empleadas y practicando para llegar a la necesaria pericia que le permitirá, con el tiempo, llegar él mismo a ser un maestro zapatero.
Cuando los talleres se fueron haciendo más grandes y las fábricas se llenaron de carros de madera para soportar las partidas de zapatos en proceso de fabricación, entre aquellos carros, casi pasando desapercibidos, estaban el zapatero y el aprendiz para llevar a feliz término su tarea. 
El zapatero se convertiría en aquella embrionaria industria de fabricación de calzados, en un "empresario" con el dominio absoluto de los pasos que iba dando su aprendiz. Él disponía de la tarea, la entregaba y la cobraba, y de los salarios percibidos pagaría a su aprendiz. Ese zapatero "mandaría" sobre su trabajo y la obligación solo le llevaba a entregar en la fecha o día convenido la tarea a la que se había comprometido. Por lo tanto la fábrica se convertía en un lugar de trabajo al que acudía con libertad de horario. No era extraño que esos zapateros y sus aprendices, interrumpieran la jornada (algunas veces permanecían en las fábricas hasta altas horas de la madrugada) para tomar un "tentempié" o incluso, si se daba el caso, jugar una partida al frontón, al caliche o simplemente escuchar la radio (no hace falta recordar que la televisión no existía ni en el pensamiento).
El zapatero y el aprendiz. Monocromo a tinta realizado por Gabriel Poveda "Leirbag". Museo del Calzado
Pero aquellos zapateros y aprendices con su forma atípica de trabajar, con su libertad horaria, con sus muchas horas de permanencia en la fábrica,  dieron los pasos firmes y certeros para convertir nuestras señas de identidad en una industria de progreso. Es deber de todos reconocer los méritos de aquellos eldenses que dieron honor y gloria a nuestra noble profesión.

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