jueves, 7 de junio de 2012

Roger Vivier. Un creador en el Museo de Bata



Vivier saltó a la fama en la década de los 50, cuando empezó a diseñar para Christian Dior y sus zapatos se convirtieron en el epítome del glamour de mitad de siglo. Inventivos por su forma y por sus exquisitos ornamentos, los zapatos de Vivier le valieron una clientela exclusiva, un lugar permanente en la historia de la moda y el título de Fabergé del Calzado, evocando al famoso joyero francés favorito de los zares. “Vivier estaba fascinado por los tipos diferentes de tacos y algunas de sus piezas más influyentes incluyen formas innovadoras como su talón aguja, el taco choc y su icónico taco en forma de coma”, dice Elizabeth Semmelhack, curadora de la muestra. Del talón aguja, él mismo diría que “termina la silueta de la mujer con un golpe de lápiz”.

La sensibilidad artística de Roger Vivier lo llevó a estudiar escultura en l‘Ecole des Beaux-Arts de París entre 1924 y 1925, pero llegó a la profesión de su vida gracias a un amigo de la familia que le ofreció un trabajo en una fábrica de calzado. A fines de los años 30, en su tienda de la Rue Royale, Vivier recibía a famosas clientas como Mistinguette, Josephine Baker, Ava Gardner, Marlene Dietrich (para quien creó sus célebres zapatos de plataforma), la millonaria Gloria Guinness y Cary Grant, pero con la Segunda Guerra Mundial Vivier se vio obligado a cerrarla. Después de un breve período de servicio militar se fue de Francia, en 1941, para trabajar en los Estados Unidos contratado por el fabricante Herman Delman. En ruta a los EE.UU conoció a la creadora de sombreros Suzanne Rémy, con quien comenzó a diseñar sombreros luego que Delman se viera obligado a cortar sus horas de trabajo debido al racionamiento del cuero. Los diseños de Vivier y Rémy fueron tan exitosos que en 1943 abrieron la tienda Suzanne et Roger en Madison Avenue. A pesar de su éxito, al final de la guerra Vivier volvió a sus dos amores: los zapatos y París.



En 1949 conoció a Christian Dior en una cena. Debido a su contrato de exclusividad con Delman, Vivier se ofreció a ser su sombrerero oficial. Dior no pareció entusiasmado, pero en un próximo encuentro la charla giró en torno a los zapatos. Dior -quien había trabajado con Salvatore Ferragamo y André Perugia- estaba buscando a alguien para que diseñara exclusivamente para él, y Vivier le pareció el hombre indicado.

Pero para que este pudiera trabajar para él, Dior debió firmar un contrato de cinco años con Herman Delman. Era el año 1953. Ese mismo año Vivier había alcanzado la cumbre: la realización de los zapatos para la coronación de la reina Isabel, para quien creó un modelo en cabritilla dorada y tacos cubiertos de granates.



Junto a Dior, Vivier experimentó en la decoración con seda, el tul, cintas, perlas y joyas para crear zapatos únicos en su tipo. Aun así, durante los dos primeros años los zapatos diseñados por él llevaban los nombres Delman y Christian Dior en su etiqueta, sin mencionar su apellido. Sin embargo, era vox populi que él era el creador y en 1955 Dior lo recompensó ofreciéndole un honor que no concedería a ninguno de sus otros colaboradores, al incluir su nombre en la etiqueta de zapatos de Christian Dior. La asociación entre Vivier y la casa continuó luego de la muerte de su fundador y durante la dirección artística de Yves Saint-Laurent, pero cuando Marc Bohan sucedió a este se desprendió de Vivier, por considerar sus diseños demasiado audaces para la maison.

Ya independiente, estableció su tienda y trabajó para las colecciones de diseñadores como Madame Grès, Guy Laroche y Pierre Balmain. Sin embargo, su aporte más importante fue para Yves Saint-Laurent, para quien creó dos de los modelos más definitorios de la década: la bota corsario, que Brigitte Bardot hizo famosa con su canción Harley Davidson, y el zapato de taco bajo con hebilla cuadrada, que alcanzó dimensión internacional gracias al personaje de burguesa de doble vida que Catherine Deneuve interpretó en Bella de Día, de Buñuel. Ambos diseños le valieron reconocimiento instantáneo como el heraldo de la nueva moda, si bien, curiosamente, ambos estilos tienen sus raíces en la moda del siglo XVIII.

A medida que progresaba la década de los 60 su éxito fue incomparable; las revistas de moda decían que era “el diseñador de zapatos más ocupado de la ciudad”. En 1968, el mismo año que recibió el codiciado premio de Neiman Marcus, agregó bufandas y guantes a sus líneas de accesorios y en 1969 creó un nuevo departamento en su salón -Monsieur Vivier-, donde ofrecía zapatos para hombres a medida. Jackie Kennedy, Elizabeth Taylor y los Beatles eran algunos de sus clientes.

Pero los años 80 con sus nuevos códigos no fueron generosos con él y la marca entró en una lenta decadencia. Era un hombre del pasado: sus zapatos se veían más en los museos que en la calle. Roger Vivier, “la encarnación del parisino elegante, distinguido y cortés”, según su admirador Christian Louboutin, falleció en 1998, a los 91 años. Tras su muerte, la marca fue adquirida por Diego della Valle, propietario de Tod’s, quien volvió a lanzarla con bombos y platillos en 2003: una tienda en el-imposible-más-chic Faubourg Saint-Honoré, un director artístico talentoso -Bruno Frisoni- y una embajadora de renombre: Inés de la Fressange. Gracias a él, su nombre está no solo en los museos sino en los pies de las mujeres más elegantes. Como él hubiera querido.


Actualmente en el Museo de Bata en Toronto - Canadá, se está realizando una exposición de una parte de su obra.
Créditos: * Mujer. Latercera

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